Cerrabas la puerta al entrar. NO querías que nadie te escuchara mientras corrías las cortinas, abrías la ventana y te deslizabas silenciosamente por el tronco del árbol. No querías contarle a nadie tu secreto, por eso, con mucho cuidado, la linterna encendida y el saco de dormir en la espalda trepabas hasta el tejado. Te tumbabas intentando hacer el menor ruido posible y aprovechando la inclinación. Sólo entonces te ponías manos a la obra.

-¿Qué hacía allí arriba?

-¿No te acuerdas? Querías contar las estrellas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si me retaras a contar todas las estrellas del firmamento, aunque eligieras una noche de perseidas, te daría el número exacto. Pero no te atreves a hacerlo, a qué no? Cómo echo de menos las noches de verano.

pati dijo...

"Salen las cuentas"
Y llegó una criatura que era capaz de reflexionar sobre su origen y el sendero por el cual había surgido desde la materia estelar.
Se llamó a sí mismo humano y ansió regresar a las estrellas.

Carl Sagan

¿Por qué nos fascinan tanto si no?

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