Es curioso que hables de fantasmas. Pero lo es más cómo hablas de ellos. Aprendiste de niño que no sirve de nada huir de tus errores. ¿Por qué los cometiste entonces? ¿Egoísmo? ¿Falta de sensibilidad? ¿Deseo? Justificas algo que no se puede justificar. ¿Dónde quedó el niño que aprendió a no huir? Y, sí, lo siento, volverá a golpearme, y cada vez lo hace con más fuerza.

Además... El niño no se dio cuenta de que se acercaba la manada. El niño no se dio cuenta del peligro. Pero su padre sí lo hizo, y aún así arriesgó su propia vida. Porque nada importaba más. El niño fue un insconciente. ¿Lo fuiste tú? ¿Fuiste un niño? No sé si lo que quiero es un niño...

Además... Olvidas algo. Olvidas cómo empieza esa escena, te lo recuerdo, por si acaso. You said you'll always be there for me, but you are not... ¿A quién prometes qué? Ya te lo dije, una herida que se abre por segunda vez, no cicatriza bien.

Y no es un reproche, sólo una reflexión, como tú las llamas. Pero a veces las reflexiones duelen. Y no eres el único que puede ser sincero.

- No vendrá, ya verás.

- Sí lo hará, no seas así...

Y aquel aquí nos encontramos después de uno de esas miradas que tanto he echado de menos fue casi mágico. Como uno de esos sueños que parecen reales. Ni siquiera sabía si realmente estaba allí, sólo intenté guardar la compostura cuando lo único que me quería era saber que seguía siendo la misma. Supongo que sentí como la brecha del tiempo me daba una tregua. Volví a mis quince años, a mi uniforme del cole y a la clase de la chica que hace musicales. Apenas serían cinco minutos, una mirada que me contó que era feliz, un disparo que mi hermana convertirá en foto en blanco y negro y un montón de recuerdos que te asaltan sin previo aviso. ¿Cómo puede cambiar tanto algo tan insignificante como el coincidir en el mismo patio de butacas?Un respiro. Un guiño. Tranquilidad. Una lágrima de emoción. Y sentir cómo los latidos bailan al compás de una coreografía que no te pertenece.

Y tonta de mí, que ensayé el saludo, pero no la despedida.
Sin querer desaparecer, cogió un tren. Sin querer despedirse, levantó su mano en un gesto que no fue de despedida, sino un intento por retenerla. Sin querer olvidar, se perdió entre recuerdos. Se convirtió en alguien intrascendente, una sombra de lo que fue. Un adiós que ninguno quería pronunciar escapó de sus labios. Sus ojos mentían, ¿cómo no pudo darse cuenta de eso? Sus ojos mentían y sus manos permanecieron cerradas en sendos puños que atrapaban una caricia que la hubiera recogido al caer. Pero fue un instante. Un grito que no se atrevió a pronunciar. Una carta que no se atrevió a enviar. Unos segundos que se convirtieron en unas horas, que a su vez se convirtieron en días, luego en semanas, más tarde en meses y por fin en años.

¿Lo olvidarían igual? Porque si fue así, uno de los dos tiene un problema: se acuerda de esos segundos y esas dos palabras cada vez que cae la noche. Odia tener que pensar en qué hubiera sido si no...

Si sabías que me ibas a echar de menos, por qué te marchaste, dime, ¿por qué lo hiciste? Da igual... lo cierto es que tú tampoco estás, así que, qué más da...
Recuerdo que fui feliz. Que había días en los que el cielo era tan azul que parecía que iba a romperse. Días en los que parecía flotar a unos cuantos metros sobre el suelo. Así pues eran metros que me acercaban un poco a ese cielo, y casi lograba acariciar el azul con la punta de mis dedos. Esos días podía enfrentarme a dragones, susurros, fantasmas. Pero ahora vuelvo a tiritar dentro de mi burbuja. Descuento latidos sin sentir la calidez que desprenden. Colecciono retazos de papel arrugados que quizás contuvieron historias de las que podría haber sido protagonista. Pero todo eso queda lejos, tan lejos.

El cielo. Puede que olvide que algún día logré alcanzarlo. Y también puede que olvide cómo pelear contra dragones, susurros y fantasmas. Puede que olvide a los protagonistas de mis historias. Puede que siga descontando latidos sin sentirlos. Y puede qeu ya no me importe.

- ¿Recuerdas? - Me pregunto a mi misma...
- No, lo siento, me olvidé de todo, pensé que era lo mejor - Contesto ya sin amargura.
El músculo cardíaco tiene una propiedad más o menos sobrenatural. Cuando la primera célula del embrión se pone en funcionamiento transmite su energía a la que está a su lado. Y esta de nuevo a su vecina. Acompasan sus latidos y el corazón empieza a latir. Es sólo entonces cuando frágil, se da cuenta de que inevitablemente está destinado a romperse. Es un músculo cualquiera, ¿verdad? Puede que los músculos se cansen de hacer siempre lo mismo. Pero este no lo hace. Por muy cansado, magullado o dolido que se sienta sigue y sigue latiendo, al compás de una canción inventada... Suerte, por lo menos aunque nosotros no queramos, él se ocupa de seguir. Solo. Será frágil, pero no nos necesita para nada. Aunque haya veces en las que caes en la cuenta de que... De que no sólo es un músculo.



Pero éste es el músculo cardíaco. Y yo decidí ser músculo esquelético estriado. Qué lástima.
Se levanta una hora antes para llegar a clase puntual. Ni siquiera le apetece y ya ha abierto los ojos. Sin saber muy bien cómo se lava la cara delante del espejo y maldice en su interior no haber hecho los deberes. Sus pasos le llevan a la estación, día sí día también. Escucha la voz monocorde del jefe de trenes cantar el horario, la vía, y el último aviso para los viajeros...
Pero de proto ese sonido enmudece. Y se sorprende mirando alrededor. Es jueves. Es un jueves cualquiera, ¿estará escuchando bien? Sí, la gente también se sorprende. Y las notas invaden el hall de su estación. No sabe qué es lo que pasa. Pero intuye que va a perder el tren.



Y perdió el tren. Y desde entonces siempre llega tarde. Pero ahora se levanta por si... Pero ahora se levanta sabiendo que el día se puede suspender unos minutos, sabiendo que un jueves cualquiera sí puede ser mágico de verdad. Ojalá este jueves...
Esta ha sido una de esas historias que nadie sabe bien como empieza. Puede que larga, pude que corta, pero ya ha acabado. Pero, ¿ha acabado? Para mi acaba de empezar...

Algunos dicen que empieza mucho antes de poder soñar con ello incluso.



Y cuando eres pequeño, las cosas no son fáciles...



Y matamos el tiempo haciendo carreras, con o sin marchas...



Y ser padre es algo maravilloso, ¿no?



Y sueñas con él, y lo ves en todas partes...



Y cuando a la decimoquinta maniobra se escapa un lo siento, pero el coche entra en un hueco que pensabas imposible... Te acuerdas de



Y ahora es mi turno. ¡Si!



Y pides un deseo...



Y quieres elegir bien...



Sin olvidarte de nada...



Y empiezas a pensar que eso de construir tu propio coche tiene su punto...



¿Lo queremos rojo?¿Lo queremos nuevo?¿Lo queremos polo?



Te dejas llevar. Porque tiene algo de mágico.



Pero hay que organizarse.



Y claro, no puede faltar... Porque ahora puedo afirmar que está en todas partes... Por que indiscutiblemente... Es el Rey.



Y puedo decir que sé lo que se siente.



Por fin... Tenía ganas de preguntar... ¿Quieres que te lleve?
Cuesta creerlo pero a veces el caballero y la dama pierden sus formas. El caballero, silueta bien definida, cabello plateado que quiere arrancar destellos de luna llena. Pañuelo anudado al cuello, siempre perfumado, siempre a juego. Y sus zapatos limpios, que no se diga. Porte elegante y mirada de quien sabe tantas cosas. Especímen que quiere vivir (¿quiere vivir?) su existencia pasando sus días cual novela de aventuras. La dama, melena al viento e invisibilidad en las venas, mueve los hilos detrás de la cortina, mueve a su antojo las piezas, se divierte y amenaza.

Y yo me pregunto, ¿quien mató al caballero? ¿No fue la esencia del caballero en sí misma? Lo fue. Qué insospechado giro dan los acontecimientos. Qué maquiavélico dios destino enfrenta la dama con el caballero. No siempre se puede ganar, pero ¿quién habló de ganar?.

Reflejo de vidrios rotos de un espejo. Caleidoscopio infinito. Inventario de estrellas. Belleza por belleza. Y tú sin sospechar nada.

¿Quién mató al caballero? Esta vez sí he necesitado el diccionario... Y es que no es tan fácil descubrir el significado de esta vida, pero sí es el único que me apetece descifrar.
Soñamos con ese lugar, un sitio en el que nos sentimos protegidos. A salvo. Ignoramos qué es lo que vendrá. Pero parece positivo arriesgarse. Los principios son duros. Este no tendría porqué serlo menos. Pero dame un poco de tiempo. Hoy será Joyce. Mañana, Shakespeare. Y pasado Victor Hugo ¿Qué fue antes? Ni me acuerdo ya.

No sé si habré vuelto a equivocarme pero creo que este es un buen lugar por el que volver a empezar...

All people dream with that place, the place in which we feel ourselves protected. Saved. We all ignore whatever is coming. But it sounds good to take a chance. All the beginnings are hard. This one shouldn't be different. Just give me time. Today will be Joyce. Tomorrow, Shakespeare. The day after Victor Hugo. What was before? I don't even remember.

I do not know if I would be wrong but I think this one is a good place to start again...

Nous rêvons de ce lieu, un endroit dans lequel nous nous sentons protégés. À sauf. Nous ignorons ce qui est ce qui viendra. Mais risquer semble positif. Les principes sont durs. Cet n'aurait pas de cela il être moins. Mais donne-moi un peu de temps. Aujourd'hui ce sera Joyce. Demain, Shakespeare. Et passé Victor Hugo. Qu'est-ce qui est été d'avance? Ni je me souviens déjà.

Je ne sais pas si j'aurai recommencé à me tromper mais je crois que c'est un bon lieu par lequel recommencer à commencer...
Y lo cierto es que llueve. Y hoy me he mojado sin importarme si quiera por buscar un sitio en el que aguardar que pasara la tormenta. Hoy llueve, otra vez. Aunque mientras esperaba a mi sol no imaginaba lo que ocurriría a continuación. Y lo cierto es que no me ha gustado mucho.

- ¿A los gatos les gusta la lluvia? Qué más dará eso ahora, ¿verdad?
- No, a mi me importa.
- Pues bien, la respuesta es no. No, a los gatos no les gusta la lluvia.
- Pues hoy he visto un gato. Bajo la lluvia. Y encima lloraba.
- ¿Por qué llorará un gato?
- Por el tiempo, creo. Que se le escapa. Se le escapa el tiempo y no sabe como pararlo. Creo que todo se le ha puesto en contra y el tiempo no ayuda.
- ¿Tendrán los gatos reloj?
- Sí, de pulsera. Y les dan cuerda todas las noches antes de ir a dormir. Por si acaso. Por si acaso el día de después es mejor. Por si acaso el tiempo da una tregua.
- Malditos gatos. Les voy a comprar relojes a pilas.
- Eso seguro que lo arregla todo. Pero, creéme, a este gato se le escapará el tiempo igual. Lástima. Jamás debió empezar sabiendo que no le daría tiempo, ¿no crees?
Sólo quería ser amable. No me molestan los silencios, pero se le veía tan callado que no quise hacerle sentir mal. De las veces que he subido en ese ascensor no creo que los tres minutos que dura el trayecto desde el piso 17 hasta el sótano se convirtieran en tres minutos hablados. Pero no hablados de cualquier manera sino a la velocidad del rayo a la vez que atinando en cada palabra. Sabiduría. Eso no puede ser otra cosa, me dije yo. Si tiene ese poderío hablando de algo tan trivial... Y lo malo es que tenía razón. No se equivocó, no. Perfecto. En fin. Qué le voy a hacer. Yo sólo quería ser amable, así que en un ascensor se me ocurrió hablar del tiempo. Evitando así la incomodidad.

- Parece que va a llover, ¿verdad?
- En el interior peninsular, poco nuboso aumentando a nuboso con nubes de evolución diurna y posibilidad de chubascos localmente moderados y tormentas, más probables en zonas de montaña del noreste, centro y suroeste peninsulares. En el resto de la península y en Baleares, poco nuboso con intervalos de nubes altas, salvo en el litoral cantábrico donde habrá algún intervalo de nubes bajas y en Mallorca con nubosidad de evolución. Las temperaturas, sin embargo, se mantendrán sin cambios o en ligero descenso. En el noroeste peninsular y cantábrico, viento del nordeste soplará de flojo a moderado con intervalos de fuerte en el litoral gallego. Por lo demás sin cambios respecto a la previsión de ayer noche.

Y con una sonrisa y un buenos días acompañó el cierre de la conversación. Exactamente igual que en el telediario. El nuevo hombre del tiempo. Sí señor. Y yo sé dónde vive.
El azar desea cosas imposibles para instantes imposibles. El azar, más caprichoso si cabe que el destino, ha hecho que en el momento menos pensado suene una canción en una espera de tren. No divagaré sobre la actualidad de los temas del hilo musical. Pero sí me acordaré de las noches adolescentes en las que me dormía escuchando canciones como esta. No fue mi preferida. Olvidé la letra y la melodía se oxidó en mi cabeza. Pero jamás podré olvidar que una parte de ella decía lo que creí que sería una verdad, que el amor verdadero es tan sólo el primero, que puede que los demás sean sólo para olvidar... Me muerdo la lengua. La pregunta lucha por romper el silencio, hasta que me doy cuenta de que no vale la pena conocer la respuesta. La intuyo y eso basta. Mis palabras mueren, se pierden y viajan al limbo de las preguntas que nunca nacieron. No tengo ganas de visitar ese cielo.

Puede que el amor verdadero sea tan sólo el primero. Pero puede también que nunca nos demos cuenta de cuál es ese amor verdadero. De cuándo amamos de verdad por primera vez. Nunca lo sabemos. Puede que en este preciso instante mi amor verdadero lleve un póker de ases en la mano.

Y ella se enamora otra vez. En ese tiempo suspendido. El tiempo justo para lanzar un beso al aire y volverse a mirarle en el último segundo.


Nací en Septiembre. Ese mes frío. O cálido, según se mire. Desapacible por todos lados. Ni invierno ni verano. Ni para ti ni para mi. Me gustaba jugar solo, pero nunca me faltaron los amigos. Crecí con Barrio Sésamo y sin Play Station. Creo que fui un buen estudiante, al menos cuando los sobresalientes aún tenían algo de valor. Me parece que me enamoré, pero no se enamoraron de mi. Fueron años dulces y la despedida no me amargó sino que me hizo más fuerte, como los buenos alcoholes, esos que nunca he probado. Quise a mis padres y ellos me quisieron a mi. Nunca tuve mi minuto de gloria, pero tampoco lo necesité. Encontré mi amor verdadero. Tuve un libro. Planté un hijo. Pero sólo para llevar la contraria. Nació en Septiembre, ese mes frío. Pero él es feliz.

Lástima que el pasado sea tan claro y el futuro tan incierto.

Septiembre, al fin y al cabo. Siempre me enfrento a él esperando que sea un mes bonito. Quizá esta vez... Ojalá esta vez lo sea.




De uno de los pisos desciende una melodía claramente perceptible.

¿Sabe? Es el nuevo vecino, que se acaba de mudar. Yo sabía que vendría un músico a ocupar el ático. Pero llevamos mucho tiempo esperándolo. Es un piso precioso, con mucha luz, mucho espacio. Yo lo sé porque era amiga de Victoria, la dueña. Nos pasábamos las tardes tomando té a eso de las cinco. Toca el violín, lo vi el otro día en el ascensor. Correctísimo. Elegante, manos suaves. Fíjate yo hubiera dicho que era pianista. Pero, ¡qué va! El violín, igual que yo. Si no fuera porque mis dedos ya no son lo que eran, seguiría tocando hasta deshacerme las yemas. Victoria, su madre, mi amiga, siempre hablaba de él. Tan ocupado en sus conciertos aún encontraba tiempo para visitarle, muy de tanto en tanto, pero ella sabía que la quería y que si no fuera porque... Vaya, porque somos una lata, se pasaría la tarde tocando para ella.

Cesa la música y alguien toca a la puerta. Al abrir, ahí está él. Correctísimo. Elegante. Manos suaves. Cansado y triste. En su rostro, una sonrisa lucha por amanecer en sus labios.

Buenas tardes, soy Hugo, el hijo de Victoria, ya me conoce. Toco el violín y mi madre me dijo que usted, de joven, también lo hacía. Estoy practicando una nueva pieza y... Bueno, estas paredes son de papel y seguro que me estará escuchando. Me pregunto si le importaría que ensayara con usted. Para hacerle compañía. Son las cinco, hora del té. Así de vez en cuando también podría contarme cosas de mi madre... Porque, ¿sabe? No fue suficiente. Nunca es suficiente.

Y de mi piso fluye una melodía perceptible. Claramente reconocible. Hábiles dedos sobre las cuerdas. Alguien interpreta una partitura clásica. Una fracción de eternidad que todo lo cambia. Un fragmento de perfección en la ápera corriente de vida humana. Mi corazón tranquilo late al ritmo de un adagio básico.

Mi corazón, tranquilo ya, late al ritmo de un adagio, básico. Y todo gracias a ti.


Sueña con poder sentirlo. Un espacio fuera del tiempo en el tiempo. Pero, ¿cuándo? Ignora si el momento va a llegar. Y seguirá ignorándolo. Por mucho que intente pensar lo contrario. ¿Cuándo llegará ese abandono que sólo es posible entre dos personas? La quietud que dice sentir cuando está sola, esa certeza de nosotros mismos en la serenidad de la soledad no son nada comparadas con ese dejarse llevar, ese dejarse llegar y dejarse hablar que se vive con alguien, en cómplice compañía... ¿Cuándo? Cree que hoy es la primera vez. Aunque igual se equivoca, de nuevo. Y se regodea en su error porque fuera llueve y nadie sabe cuándo dejará de hacerlo. Llueve... Otra vez. Y ella sigue soñando sin esperar ya su momento fuera del tiempo.

Me queda la extraña sensación de que estabas pensando en otra cosa.



Silencio de la mañana... Acordarme de la comida del gato... Ha visto mi patinete es la tercera vez que me lo roban... Ya hace calor y ni siquiera son las diez... Llueve tanto que parece que es de noche... Tenemos el tiempo justo la sesión es a la una... Quieres quitarte el impermeable... Taza de té amargo... Silencio de la tarde... Quizás estemos enfermos a fuerza de tener demasiado... Todos esos bonzos que regar... Anda está nevando... Y esas flores qué son... Cielo otoñal qué tristeza... Los días acaban tan pronto ya... Sabe todo llega cuando tiene que llegar para quien espera... Cómo se llaman sus padres... Qué cansancio... Para comer nueces no hace falta mantel... Cáspita le moquea la nariz... Corto champiñones en rodajas muy finitas...

¿Y después?

¿Después? Silencio, por favor. Absoluto.


Bajaba a la playa todos los días sólo para pasear por la orilla, disfrutando de la caricia de los rayos del sol. Se embelesaba con el horizonte, sin cansarse que cielo y mar no eran uno solo, aunque únicamente fuera por llevar la contraria.

A veces se entretenía viendo reír a los niños, tímida inocencia. Correr, saltar, gritar... Vivir. Y es que pensó que sólo cuando se es niño se disfruta de verdad. Y es que pensó que los recuerdos más dulces son los de la infancia. Entonces, sin saber bien por qué supo que le gustaban los castillos de arena, aunque no entendía el propósito de éstos. Podrían pasar una mañana entera construyendo su palacio a la orilla del mar, pero luego... Sí, es cierto, necesitan arena húmeda. Y sí, cuando un castillo tiene foso y se llena gracias al oleaje, la sonrisa es especial, muy muy especial. Castillos de arena, ¿efímeras construcciones de satisfacción infantil?

Quizás construí mi castillo demasiado cerca del agua. Sube la marea. Y el castillo se convierte en una masa arenosa, sin forma. Y no hay rastro de torreones, almenas, pequeñas ventanas, murallas... Ni tampoco de príncipe azul. Pero mañana volverá a salir el sol, las olas seguirán bañando la orilla. La arena seguirá estando mojada... Y sé que volveré a construir nuestro castillo de arena.



No sé si existe una razón predeterminada a ello. Seguramente sí. Quizás la haya, y te empeñes en hacerla desaparecer. En ahogarla, impedir que salga a la superficie. Y si mientes, quizás sea porque es lo más fácil. Mentir siempre es fácil. Lo difícil es que no te descubran.
Pero, ¿no es acaso mentir, el noble arte de guardar secretos? Parece que me obstino siempre en creer que todo lo que haces es casi perfecto.

Hay gente que guarda secretos. Tú lo haces. Bien es cierto que todas las personas, como tú, que guardan secretos, son perfectamente identificables. Sólo hay que saber mirar. Observar atentamente. Y sus ojos las traicionan. Pero también es cierto que a fuerza de practicar, tus ojos han aprendido también a mentir, y ya no logro entrever nada. Y aunque desespere al saber que mientes me rindo. Tú ganas. Y yo pierdo... Pero, ¿sabes qué? Mientes, y yo me engaño a mi mismo creyendo lo contrario.

Dime, ¿qué leeré en tus ojos mañana?


Bajo el globo caen los copos.
Ante los ojos de mi memoria, sobre la mesa de la maestra se materializa la pequeña bola de cristal. Cuando nos habíamos portado bien, se nos permitía darle la vuelta y sostenerla en la palma de la mano hasta que cayera el último copo al pie de las montañas dentro escondidas. Aún no había cumplido siete años y ya sabía que la lenta melopea de las pequeñas partículas algodonosas prefigura lo que siente el corazón durante una gran alegría. La duración se ralentiza y se dilata, el ballet se eterniza en la ausencia de obstáculos, y cuando se posa el último copo, sabemos que acabamos de vivir ese instante fuera del tiempo que es la marca de las grandes iluminaciones. A menudo, de niña, me preguntaba si estaría a mi alcance vivir instantes semejantes y encontrarme sin querer en el corazón del lento y majestuoso ballet de copos, liberada por fin del tiempo.

Me equivoqué. Del todo. No es para mi.




Por lo general, nada más levantarme, enciendo la radio. Me despierto al ritmo de la cálida voz de mi locutor favorito. Pero hoy, nada más levantarme, he escuchado algo a lo que no estoy acostumbrada. No sabía de quién era. No sabía por qué lo estaba escuchando. Caprichos del destino.
La música no es sólo un placer para el oído, como la gastronomía lo es para el paladar, o la pintura, para los ojos. Si pongo música por la mañana tampoco es que la razón sea muy original: lo hago porque en este verano determina el tono del día. Es muy sencillo y a la vez muy complicado de explicar. Y cuando me abandono a pensar nunca me viene mal un poco de música. La prefiero desconocida, para no prestarle mucha atención. Y, a veces, prefiero no entender la letra. Guiarme por sus pulsiones. Por lo general, para entonces escucho jazz, o como hoy, escucho a Dire Straits (viva el mp3).

Ja! Ya verás, ya... Sí, es verdad, no canto bien. Pero entono como los ángeles. Y lo he demostrado con creces. No sabes lo que has hecho. Me sé las letras de memoria y no tengo ni idea de porqué. Eso sí, de los coros te encaragas tú. A mi no se me dan muy bien.

Y del videoclip?? Bueno, sólo tienes que fijarte en sus vestidos, en sus sombras de ojos, y en las luces que despide el piano en la última escena. Atención, el hombre de los focos va al ritmo de la música!

Pero me he reído tanto.

Singstar, singstar, singstaaaaaaaar! Y saleeeeee con una puntuación inicial deeeeeeeeee... 9620 puntos... Supeeeeeeerglooooooo!

So imagine I was glad to hear you're coming...
(glad to hear you're coming)
Suddenly I feel all right...


Para saber más...
Cae noche cerrada. Las luces quieren encenderse pero no pueden. Todo parece en calma. Todo, incluso una tranquila figura que camina solitaria por la acera. Sujeta un cigarrillo entre los dedos. Y a medida que oscurece es casi lo único que brilla en la noche. Ciertamente nadie lo conoce. Es apenas una sombra que se deja ver de vez en cuando. Y es verdad, su silueta recortada en los edificios no presagia nada bueno. Si ellos supieran, piensa para sí. Y a medida que avanza a través de los pocos transeúntes, lo veo trabajar. Apenas perceptible, un manto lo cubre todo a su paso. Ligero, liviano, ya invisible. A veces le gustaría gritar, decirle al mundo, que es gracias a él que sueñan, que viven, que ríen, que se enamoran, que sienten... Tan grande es tu poder que lo transforma todo en un sueño. Y ojalá tardara en desaparecer. Necesito tanto esa incertidumbre, esos momentos en los que no es ni sí ni no, instantes mágicos en los que puedes abandonarte al quizás...

Y mientras el día aclara, mientras se despejan las dudas para los demás, yo presiento que será necesario esperar un poco más. Me vuelvo a la cama. Quizás mañana tenga más suerte.

Est-il de verité plus douce que l'espérance?

Se le había olvidado completamente. Era día 24. Su compositor favorito visitaba la ciudad para dar un concierto. Único. Impresionante. Irrepetible... Para el que ella no tenía entrada.

Los jardines, sus jardines, estarían toda la noche abiertos. La música se colaría hasta el último rincón, su rincón, llevándosela a ese lugar en el que también se fabrican los sueños. Y donde podría ser lo que quisiera. En el que curiosamente no había estado aún. Y él, Tirsen, pulsando las teclas de su piano, inconsciente de la marea de sensaciones que podría podrucir y ajeno a ellas, no hubiera sido protagonista exclusivo de la noche, de su noche. Porque el verdadero protagonista se sentaría cerca, muy cerca de ella.

Sin embargo, esa noche. Esta noche. Se conformaría con colocar su vinilo favorito en el plato del tocadiscos. Esperaría al momento mágico en el que la aguja comienza a reproducir las pulsaciones marcadas. Y escucharía una y otra vez las escalas, los da capo, y mientras, tendría que imaginarlo al piano. Pulsando una tecla tras otra. Hábiles dedos sobre el marfil blanco.

Tiersen, el gran maestro. Pero ella tendría que esperar algunos años más para verlo.

Aún así, pese a no fabricar un recuerdo inolvidable ese 24, una imagen pasaría mil veces por su mente esa misma noche. Esta misma noche. Y es que nunca podrá olvidar cómo acabó aquel día 24. Porque el último 24, su último 24, lo pasaron juntos, y acabó en beso. En aquel momento no hubo banda sonora. Pero esperarán el momento oportuno. Y sonará la canción adecuada. Y habrá merecido la pena esperar.



Y aún así, se le escapó sin querer de los labios... Ojalá estuvieras aquí.
Vaqueros y botas altas hasta la rodilla. Tercera y casi mortífera vuelta de bufanda. Se deshace la coleta en mil mechones rebeldes. Y espera. Y yo me pregunto a quién espera mientras termino mi café y la observo al otro lado del cristal. No parece tener prisa. Se detiene delante de un par de escaparates. Pero sólo yo me doy cuenta de que lo hace para comprobar que su reflejo sigue allí. Entonces sonríe. Saca un libro. Su favorito. Y lo hojea como lo haría alguien que busca un pasaje concreto. Se detiene en una de sus páginas. Y vuelve a sonreír. Me descubre. Sus ojos se detienen un segundo en los míos. Parece mentira, pero entonces entiendo tantas cosas que el tiempo se detiene. Y no me molesta en absoluto. Vuelve a mirarme. Ahora sí tengo la certeza de que sabe que estoy aquí. Se acerca. Lentamente. Como la primera vez que la conocí. Se sienta a mi lado. Y sonríe una tercera vez. Su ojos en los míos y el tiempo sigue detenido.

- Hola.
¿Es eso lo más inteligente que se te ocurre? ¿A quién esperas?

Se queda callada. Y el tiempo se refracta en mil pequeñas gotas de lluvia. Y la imagino en verano, otoño, invierno y primavera a la vez. Con su sonrisa impermeable. Y sé que estoy loco por ella y que no quiero que vuelva a marcharse.

Se acerca lentamente.

- Te esperaba a ti. Gracias por no llegar tarde.


- Quédate conmigo, susurro. Hoy llueve. Y nadie sabe cuando dejará de hacerlo.

A veces, la vida nos regala tropezones con personas con la que ni nos imaginábamos que podríamos vivir momentos mágicos. Tú eres una de esas personas. A veces, la vida me deja disfrutar de momentos irrepetibles a tu lado. Y no te imaginas lo mucho que los agradezco. Y ya van dieciséis años juntas. Y siento que a ti no te guste, pero espero que sean ciento más. Los necesito. Porque a veces, simplemente necesito escuchar tu voz, o verte sonreír para saber que las cosas van a empezar a ir mejor.

Parece ser que vivimos en un mundo en el que la experiencia se cuenta en años. Parece ser que la mayor soy yo, pero sólo lo parece porque si sumara todas las veces que he aprendido de ti, te asombrarías tanto que casi empezarías a perderme el respeto. Y es que aprender a disfrutar los momentos que sí nos pertencen y no los que están por venir lo aprendí de ti. Y es que aprender a aceptar las cosas como vienen y no como nos gustaría que vinieran lo aprendí de ti. Y es que la sonrisa permanente que estoy aprendiendo a conservar la aprendo de ti... Eres el pequeño tesoro que descubro día a día, siempre sorprendiéndome. Así que hoy va por ti, por hoy, y por el siempre que viviremos juntas. Felicidades, y no porque hoy sea tu cumple. Felicidades por ser como eres, y porque lo conservarás con el paso del tiempo. Porque tú eres así.

Ni te imaginas lo mucho que te quiero, y ese mucho se queda corto, muy corto...
Algo tenían que hacer.

- Si tú no sales, yo no salgo, ya lo sabes.
- Vale, pues yo no voy a salir, lo siento.
- Está bien. Aquí nos quedamos.

Y allí estaban, esperando el milagro.

- Pero si es que puedes arreglarlo.
- No, no puedo.
- Sí que puedes. Primero, porque sabes cómo hacerlo, que ya es más de lo que yo sé.
- Pero, ¿por qué yo?
- Segundo, porque no pienso quedarme aquí sentado, escuchando la radio toda la noche. ¿Prefieres que llame a cualquiera?

Ella se lo piensa.

- No.
- ¿Entonces, sales?
- Salgo. Pero que conste, llueve. Que conste, tú no sales porque sólo hay uno de estos. Que conste, me va a llevar tiempo. Que conste, no se lo diré a nadie porque...
- Me encantas.
- Anda... Pásame el chaleco y la llave en cruz.

Y es ella la que sale a la lluvia a cambiar la rueda.
- No voy a volverme, ¿vale?
- Está bien, como quieras.

Sólo pudo aferrarse a una idea cuando lo vio partir, y es que no hay despedida más grande que un regreso. Ella esperaría un regreso. Y para el suyo ya había comenzado la cuenta atrás. Había que aceptarlo, viajar es imprescindible. Un signo nato de inteligencia. Y él era inteligente. Tanto, que emprendió su viaje aún sabiendo que a veces sería incapaz de reprimir la tristeza. Y volvería más sabio. Con mil ideas nuevas en la cabeza. Con la seguridad que se tiene al saberse superviviente en una ciudad extraña. Y, mientras, ella esperaría pacientemente. Descontando días. Recordando momentos casi mágicos. Pensando en...

Prometió no mirar atrás, pero no pudo evitar volverse y lanzar un beso al aire.
A veces me da por pensar. Sobre todo cuando estoy sola en casa. A veces me da por imaginar que no me importa pelear contra el miedo. Miedo a haber olvidado algo, a alguien. O a ser olvidada. Miedo a perderme y no saber volver. A perder la pieza que le da sentido a todo. Pero sólo lo imagino. Prefiero no saberlo, saber si aún tengo esa pieza o no; lo prefiero a vivir sabiendo que ya no está. Y mientras, por si acaso, intento no cambiar nada. Como cuando los personajes de dibujos animados viajan al pasado...

Oigo un ruidito. Click. Y las piezas encajan.
A la vista estaba que aquello se le había ido de las manos. Su intento por impresionarla había sido un rotundo fracaso. Lo peor era que jamás tendría otra oportunidad. Miró de reojo a la joven dividida en dos. Cada mitad en una caja. Cabeza y pies asomando. Curiosamente, su mirada era aún más bonita ahora. Víctor se encogió de hombros y se juró, una vez más, que en su próxima cita sólo haría un truco de cartas.
Apoyaron las manos sobre el piano. Ninguno de los dos se movió. Ella giró un poco la cabeza, con lo ojos cerrados, pronunciando su nombre en un susurro.
-¿Es ésta la razón por la que has venido esta noche?
Hubo un breve silencio, y luego respondió a media voz:
-No, el que ha venido has sido tú. Yo llevo una eternidad esperándote.

Para saber más...
Esperó en vano sus cartas. Al marcharse quiso saber cómo era su nueva vida. Empezó a preocuparse por la hora en la que el cartero entregaba el correo, y si algún día se retrasaba aumentaba su espera esperanzada por recibir una carta, una postal, una nota. Pero todo era, como ya he dicho, completamente inútil. Las cartas que ella escribía jamás llegaron. Por ninguna razón en especial. Nunca llegaban. Simplemente no querían llegar.

Pero es que a mi me pasaba lo mismo, tus cartas tampoco llegaban. Así que me enviaste una canción con un mensaje cifrado dificilísimo...


Supongo que fui el último que le miró a los ojos. Aunque es bastante difícil saberlo con exactitud. La máscara le tapaba el rostro y la osucridad de la noche era nuestra gran aliada. Al verlo al final de la calle, me detuve aliviado. Saqué la espada y la sostuve con la mano derecha. Sus pasos sonaron acercándose peligrosamente. Cuando levanté la vista un reflejo de Luna hizo clarear sus ojos frente a los míos. Sentí su olor. Y entonces me calló encima. Al mismo tiempo se disparó mi coraje. Deseperado, pero qué le vamos a hacer. Así que afirmé mis pies, lucahndo por mi orgullo. ¿O era por mi vida? Los años me habían adiestrado para eso, así que no creía en la suerte, si tenía que morir lo haría de la única forma que quería hacerlo, luchando. Me llovían cuchilladas y me defendí como pude. Me parece que no lo hice mal del todo. Hasta ese momento. Algo brilló a mi izquierda. ¿No venía solo? Exhausto noté como una daga se hundía en mi coleto. Solté la espada y caí al suelo. Desde allí noté la sangre hervir en mis venas. No moriría aquella noche.

El florete quedó cerca de mi mano izquierda, a sólo unos centíemtros de distancia. Supongo que pensó que no podría alcanzarlo, ni tampoco efectuar un ataque con la siniestra. Pero no le sirvió de nada. Él era diestro y yo... Yo sigo siendo zurdo.
A veces ocurre que sin querer todo sucede demasiado deprisa. A veces ocurre que no se da cuenta del momento en el que todo un universo cambia sin esperarlo. Será el destino caprichoso. O la diosa Fortuna. Será que tiene miedo a sumergirse en sus ojos y olvidarse de salir a la superficie a respirar. Será... Que ayer su corazón se olvidó de latir y no pudo evitar volverse para mirarle. Pero no, ella no está dispuesta a sufrir otra vez. Durante casi un año ha protegido su corazón tras una alta muralla, con vigías en cada torre y un dragón encerrado en las mazmorras. Para que nadie vuelva a entrar en él, para que no le hagan daño otra vez. Y su plan parecía funcionar hasta que un caballero de brillante armadura apareció en el horizonte.

Evidentemente había olvidado que querías ganar esta batalla...


Todo principio lleva, como si de una broma del destino se tratara, un final asignado. O eso dicen. Esta aventura también acaba. Como todas. Hace poco hablamos de las últimas palabras, los últimos compases y las caídas del telón. Es curioso, parece que cuando se acerca el final, de un modo u otro modo lo presentimos y nos abandonamos a él. Aquí viene el resto. Como siempre, un placer compartir todos estos momentos congelados. Y, como siempre, aquí llega nuestro punto y final. El telón tiene que caer. Las luces se tienen que apagar. Pero allá a lo lejos sigue brillando algo. ¿Lo veis? Igual no sea un punto y final. ¿Quién sabe? Igual es un Punto y Coma…

Un café bien cargado por las mañanas. Una ducha de agua bien calentita después de un día agotador. La risa de un niño. Estrellas de noche. La caricia de los primeros rayos de sol después de un invierno de lo más frío. Conversar con alguien al que hace tanto tiempo que no ves que las horas no tienen cabida en los relojes. Un día de lluvia con botas de agua, o con niños saltando en los charcos. Y todas esas pequeñas cosas sin las que no seríamos nosotros mismos. Lo curioso de todas ellas, creadas por el ser humano, no es que para cada uno de nosotros sean diferentes. Lo verdaderamente curioso es que la palabra necesidad proviene del latín, necessitas, que proviene de necesse. Necesse deriva a su vez del prefijo ne y del verbo cedere, que significa inevitable. Todo esto refleja lo mucho que preciso mi inevitable necesidad.

Protegidas!

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