Ja! Ya verás, ya... Sí, es verdad, no canto bien. Pero entono como los ángeles. Y lo he demostrado con creces. No sabes lo que has hecho. Me sé las letras de memoria y no tengo ni idea de porqué. Eso sí, de los coros te encaragas tú. A mi no se me dan muy bien.

Y del videoclip?? Bueno, sólo tienes que fijarte en sus vestidos, en sus sombras de ojos, y en las luces que despide el piano en la última escena. Atención, el hombre de los focos va al ritmo de la música!

Pero me he reído tanto.

Singstar, singstar, singstaaaaaaaar! Y saleeeeee con una puntuación inicial deeeeeeeeee... 9620 puntos... Supeeeeeeerglooooooo!

So imagine I was glad to hear you're coming...
(glad to hear you're coming)
Suddenly I feel all right...


Para saber más...
Cae noche cerrada. Las luces quieren encenderse pero no pueden. Todo parece en calma. Todo, incluso una tranquila figura que camina solitaria por la acera. Sujeta un cigarrillo entre los dedos. Y a medida que oscurece es casi lo único que brilla en la noche. Ciertamente nadie lo conoce. Es apenas una sombra que se deja ver de vez en cuando. Y es verdad, su silueta recortada en los edificios no presagia nada bueno. Si ellos supieran, piensa para sí. Y a medida que avanza a través de los pocos transeúntes, lo veo trabajar. Apenas perceptible, un manto lo cubre todo a su paso. Ligero, liviano, ya invisible. A veces le gustaría gritar, decirle al mundo, que es gracias a él que sueñan, que viven, que ríen, que se enamoran, que sienten... Tan grande es tu poder que lo transforma todo en un sueño. Y ojalá tardara en desaparecer. Necesito tanto esa incertidumbre, esos momentos en los que no es ni sí ni no, instantes mágicos en los que puedes abandonarte al quizás...

Y mientras el día aclara, mientras se despejan las dudas para los demás, yo presiento que será necesario esperar un poco más. Me vuelvo a la cama. Quizás mañana tenga más suerte.

Est-il de verité plus douce que l'espérance?

Se le había olvidado completamente. Era día 24. Su compositor favorito visitaba la ciudad para dar un concierto. Único. Impresionante. Irrepetible... Para el que ella no tenía entrada.

Los jardines, sus jardines, estarían toda la noche abiertos. La música se colaría hasta el último rincón, su rincón, llevándosela a ese lugar en el que también se fabrican los sueños. Y donde podría ser lo que quisiera. En el que curiosamente no había estado aún. Y él, Tirsen, pulsando las teclas de su piano, inconsciente de la marea de sensaciones que podría podrucir y ajeno a ellas, no hubiera sido protagonista exclusivo de la noche, de su noche. Porque el verdadero protagonista se sentaría cerca, muy cerca de ella.

Sin embargo, esa noche. Esta noche. Se conformaría con colocar su vinilo favorito en el plato del tocadiscos. Esperaría al momento mágico en el que la aguja comienza a reproducir las pulsaciones marcadas. Y escucharía una y otra vez las escalas, los da capo, y mientras, tendría que imaginarlo al piano. Pulsando una tecla tras otra. Hábiles dedos sobre el marfil blanco.

Tiersen, el gran maestro. Pero ella tendría que esperar algunos años más para verlo.

Aún así, pese a no fabricar un recuerdo inolvidable ese 24, una imagen pasaría mil veces por su mente esa misma noche. Esta misma noche. Y es que nunca podrá olvidar cómo acabó aquel día 24. Porque el último 24, su último 24, lo pasaron juntos, y acabó en beso. En aquel momento no hubo banda sonora. Pero esperarán el momento oportuno. Y sonará la canción adecuada. Y habrá merecido la pena esperar.



Y aún así, se le escapó sin querer de los labios... Ojalá estuvieras aquí.
Vaqueros y botas altas hasta la rodilla. Tercera y casi mortífera vuelta de bufanda. Se deshace la coleta en mil mechones rebeldes. Y espera. Y yo me pregunto a quién espera mientras termino mi café y la observo al otro lado del cristal. No parece tener prisa. Se detiene delante de un par de escaparates. Pero sólo yo me doy cuenta de que lo hace para comprobar que su reflejo sigue allí. Entonces sonríe. Saca un libro. Su favorito. Y lo hojea como lo haría alguien que busca un pasaje concreto. Se detiene en una de sus páginas. Y vuelve a sonreír. Me descubre. Sus ojos se detienen un segundo en los míos. Parece mentira, pero entonces entiendo tantas cosas que el tiempo se detiene. Y no me molesta en absoluto. Vuelve a mirarme. Ahora sí tengo la certeza de que sabe que estoy aquí. Se acerca. Lentamente. Como la primera vez que la conocí. Se sienta a mi lado. Y sonríe una tercera vez. Su ojos en los míos y el tiempo sigue detenido.

- Hola.
¿Es eso lo más inteligente que se te ocurre? ¿A quién esperas?

Se queda callada. Y el tiempo se refracta en mil pequeñas gotas de lluvia. Y la imagino en verano, otoño, invierno y primavera a la vez. Con su sonrisa impermeable. Y sé que estoy loco por ella y que no quiero que vuelva a marcharse.

Se acerca lentamente.

- Te esperaba a ti. Gracias por no llegar tarde.


- Quédate conmigo, susurro. Hoy llueve. Y nadie sabe cuando dejará de hacerlo.

A veces, la vida nos regala tropezones con personas con la que ni nos imaginábamos que podríamos vivir momentos mágicos. Tú eres una de esas personas. A veces, la vida me deja disfrutar de momentos irrepetibles a tu lado. Y no te imaginas lo mucho que los agradezco. Y ya van dieciséis años juntas. Y siento que a ti no te guste, pero espero que sean ciento más. Los necesito. Porque a veces, simplemente necesito escuchar tu voz, o verte sonreír para saber que las cosas van a empezar a ir mejor.

Parece ser que vivimos en un mundo en el que la experiencia se cuenta en años. Parece ser que la mayor soy yo, pero sólo lo parece porque si sumara todas las veces que he aprendido de ti, te asombrarías tanto que casi empezarías a perderme el respeto. Y es que aprender a disfrutar los momentos que sí nos pertencen y no los que están por venir lo aprendí de ti. Y es que aprender a aceptar las cosas como vienen y no como nos gustaría que vinieran lo aprendí de ti. Y es que la sonrisa permanente que estoy aprendiendo a conservar la aprendo de ti... Eres el pequeño tesoro que descubro día a día, siempre sorprendiéndome. Así que hoy va por ti, por hoy, y por el siempre que viviremos juntas. Felicidades, y no porque hoy sea tu cumple. Felicidades por ser como eres, y porque lo conservarás con el paso del tiempo. Porque tú eres así.

Ni te imaginas lo mucho que te quiero, y ese mucho se queda corto, muy corto...
Algo tenían que hacer.

- Si tú no sales, yo no salgo, ya lo sabes.
- Vale, pues yo no voy a salir, lo siento.
- Está bien. Aquí nos quedamos.

Y allí estaban, esperando el milagro.

- Pero si es que puedes arreglarlo.
- No, no puedo.
- Sí que puedes. Primero, porque sabes cómo hacerlo, que ya es más de lo que yo sé.
- Pero, ¿por qué yo?
- Segundo, porque no pienso quedarme aquí sentado, escuchando la radio toda la noche. ¿Prefieres que llame a cualquiera?

Ella se lo piensa.

- No.
- ¿Entonces, sales?
- Salgo. Pero que conste, llueve. Que conste, tú no sales porque sólo hay uno de estos. Que conste, me va a llevar tiempo. Que conste, no se lo diré a nadie porque...
- Me encantas.
- Anda... Pásame el chaleco y la llave en cruz.

Y es ella la que sale a la lluvia a cambiar la rueda.
- No voy a volverme, ¿vale?
- Está bien, como quieras.

Sólo pudo aferrarse a una idea cuando lo vio partir, y es que no hay despedida más grande que un regreso. Ella esperaría un regreso. Y para el suyo ya había comenzado la cuenta atrás. Había que aceptarlo, viajar es imprescindible. Un signo nato de inteligencia. Y él era inteligente. Tanto, que emprendió su viaje aún sabiendo que a veces sería incapaz de reprimir la tristeza. Y volvería más sabio. Con mil ideas nuevas en la cabeza. Con la seguridad que se tiene al saberse superviviente en una ciudad extraña. Y, mientras, ella esperaría pacientemente. Descontando días. Recordando momentos casi mágicos. Pensando en...

Prometió no mirar atrás, pero no pudo evitar volverse y lanzar un beso al aire.

Protegidas!

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