- ¿Te apetecería tomar un café conmigo?

Así, sin más. Alguien a quien no conoces de nada dispara. Alguien que ha tropezado contigo en la calle y que amablemente ha recogido tus libros, papeles y demás. Alguien que se ha fijado en que tienes una sonrisa triste, la mirada perdida, 29 años y todo tu ser parece gritar que necesitas un hombro en quien llorar. O eso es lo que él cree. Y ese alguien pregunta si te apetece un café.

Ella no contesta. Le lanza una mirada inescrutable y se deja arrastrar más por pereza que por curiosidad a una cafetería cercana. El tiempo se suspende y ya no hay reuniones, entregas de proyectos ni libros a medias.

- ¿Te gusta el café? - Pregunta ella.
- Sí. Me gusta solo. Amargo. ¿Y a ti?
- A mi acompañado. Y dulce.
- ¿Por algo en especial?
- Sí. Yo ya estoy lo suficientemente sola y la vida ya es lo suficientemente amarga.

Él sonrie, sin levantar la mirada. Se sabe fuera de lugar en el mismo momento en el que bucea en sus ojos. Pero eso, a él, no le detiene, conquistador de sonrisa fácil y mentirosa. Peina sus primeras canas. Se sabe atractivo.

- ¿Te han invitado alguna vez a tomar café para desayunar?
- No. Nunca.
- ¿Por alguna razón en especial?
- Sí. Yo no tomo café.

La conversación podría haber seguido. Podría haber salido bien. Podrían haber dejado pasar los minutos, las horas, los días, el ya te llamaré y el esperaré tu llamada. Pero era una pérdida de tiempo. No funciona así. Y él lo sabía.

Dulcemente la chica le dice que no. Sus ojos piden a gritos que la disculpe, como si fuera ella la culpable. Se levanta sin hacer ruido y sin despedirse sale a la calle. Desaparece.

Y él torpe, tarda un segundo más de la cuenta en saber que es diferente. Que es única. Y que jamás encontarará nadie como ella. Se levanta y deja caer la silla, ruido ensordecedor, abre la puerta y chirría, se cierra de golpe. Mira entre la gente, queriendo recuperar esos ojos transparentes y puros. Pero es imposible. Ha desaparecido. Se siente perdido, y alguien le hace un favor. Escucha algo, no sabe muy bien de donde viene la voz...

- Es un ángel, le dicen.

A partir de entonces le gustará el café acompañado. Y dulce.

Y su vida cambia para siempre.

Protegidas!

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