Todo principio lleva, como si de una broma del destino se tratara, un final asignado. O eso dicen. Esta aventura también acaba. Como todas. Hace poco hablamos de las últimas palabras, los últimos compases y las caídas del telón. Es curioso, parece que cuando se acerca el final, de un modo u otro modo lo presentimos y nos abandonamos a él. Aquí viene el resto. Como siempre, un placer compartir todos estos momentos congelados. Y, como siempre, aquí llega nuestro punto y final. El telón tiene que caer. Las luces se tienen que apagar. Pero allá a lo lejos sigue brillando algo. ¿Lo veis? Igual no sea un punto y final. ¿Quién sabe? Igual es un Punto y Coma…

Un café bien cargado por las mañanas. Una ducha de agua bien calentita después de un día agotador. La risa de un niño. Estrellas de noche. La caricia de los primeros rayos de sol después de un invierno de lo más frío. Conversar con alguien al que hace tanto tiempo que no ves que las horas no tienen cabida en los relojes. Un día de lluvia con botas de agua, o con niños saltando en los charcos. Y todas esas pequeñas cosas sin las que no seríamos nosotros mismos. Lo curioso de todas ellas, creadas por el ser humano, no es que para cada uno de nosotros sean diferentes. Lo verdaderamente curioso es que la palabra necesidad proviene del latín, necessitas, que proviene de necesse. Necesse deriva a su vez del prefijo ne y del verbo cedere, que significa inevitable. Todo esto refleja lo mucho que preciso mi inevitable necesidad.


A veces pienso en cómo sería mi propia banda sonora. Me la imagino interpretada por un piano. Clásica. Con cambios a pop ochentero y rock inglés. Sé que a veces dejaré encendida la radio, sólo para ver cómo cambia el mundo. Porque la música es el reflejo de lo que vivimos. Hay muchas maneras de ver el mundo y la música es una más. También formarían parte de esa banda sonora los momentos en los que aterrice una atmósfera silenciosa a mi alrededor. Pero no ocurrirá nada. Será mejor , entonces, que siga sonando mi música como si nada hubiera pasado. A veces pienso que en la vida no suena la canción perfecta en el momento exacto. Igual nunca tendré mi propia banda sonora. Para qué engañarnos. Éso sólo pasa en las películas.

Hoy, querido diario, he decidido sincerarme. No sé por qué hoy, ni tampoco por qué ahora. Y lo cierto es que ya llevo días queriendo decírselo a alguien, queriendo explotar, pero no he sabido muy bien cómo hacerlo, ni a quién contárselo. Supongo que no soy bueno en eso de las palabras. Sé muy bien lo que quiero decir y cómo quiero expresarlo, pero a la hora de la verdad, en blanco. Algo influirán los suspensos en lengua. Bueno, yo… Creo que sé por dónde empezar, ¿por dónde si no? Por el principio. Y todo esto ocurrió una mañana, de esas en las que crees que no va a ocurrir nada. ¿Sabes? Si algo he aprendido es que son esas mañanas las preocupantes, son las que más probabilidad de actividad frenética poseen. ¿Por dónde iba? ¡Ah! Sí, la confesión. Salía del metro. Iba andando por la calle. Sin preocuparme de nada, cuando de pron…Cuando de …Vay, se est acaband la tint…


Esta es la historia de un pianista. Mientras tocaba, su emoción era tal, que en el punto álgido de la obra, al ir a atacar EL acorde, cogió demasiado impulso. Bajó tanto las muñecas, que se le torcieron los dedos hacia arriba. En vez de un fa#m7-5, comenzó a sonar un crac-crac-crac-crac-crac (uno por cada dedo... esto sí fue todo un acorde de quinta aumentada)

Desde entonces, vive con los dedos en ángulo recto. En sus conciertos tiene que tocar colgado del techo, para poder tocar las teclas con las yemas de los dedos, como hacía antes. Mientras le aplauden, se inclina hacia arriba y se incorpora uno poco, para que no le baje demasiado la sangre a la cabeza.


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La gente se marcha, las luces se apagan y el teatro se queda vacío. Las líneas que tanto han costado de memorizar se olvidan. Los pasos de baile que tanto han costado aprender dejan de tener sentido porque la música no vuelve a sonar. Las butacas estarán vacías pero nadie se ha dado cuenta de que aún queda alguien que se niega a marcharse, porque mientras te quedas solo en escena recuerdas a todos los que han pisado el escenario. Cada representación es única e irrepetible, aún así yo prefiero los ensayos. Son más auténticos. Y tienen como protagonista a la chica que intenta desaparecer el día del estreno. Pero todas las historias se acaban. Cae el telón, las luces se apagan y el teatro se queda vacío.

Espero María que el telón jamás baje para ti...Creo que empiezas otra vez, ¿no?Allí estaré, en primera fila...

Protegidas!

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