Siempre ocurría lo mismo. Disfrutaba tanto en el lugar en el que se escondía que a veces se olvidaba del día de regreso. Eso sí, no se sabe muy bien por qué pero nunca perdía el avión. Por golpes de suerte, quizás, o del destino a pocas horas de salir recordaba el momento y el lugar de la hora de salida. Esta vez no iba a ser una excepción. La sobremesa se había alargado un poco más de lo previsto, pero en apenas diez minutos lo tenía todo recogido. Se despidió prometiendo volver pronto y lanzando un beso al aire. Siempre, siempre, siempre decía que no había olvidado nada. Pero, esta vez… Bueno, aquí está, brillante, el zapato olvidado. Me pregunto qué pasará cuando abra la maleta. Esta es capaz de volver.

Un beso Ana!

4 comentarios:

Noviembre dijo...

¡que guai lo has escrito! :P

Anónimo dijo...

A la gente normal se le olvidan cosas normales. Un zapato, un calcetín...No habré perdido yo guantes yendo y viniendo. Sólo los echas de menos cuando los necesitas. Estáte atenta, ella se dejó un zapato (otro beso Ana!) yo me dejé mucho más, igual un día de estos tocan a la puerta.

Mariel Ramírez Barrios dijo...

Pues me olvidè un lado de un zapato en España....
y sè que no volverè.
No por España,cierto
es porque està allì
agazapado.
y hoy elijo andar descalza.
Adoro este blog.

Unknown dijo...

Mil gracias por hacerme llorar....
no sé si de alegría por recordar aquel momento....entre frustante y divertido, o de pena por todos los sitios que he ido dejando...pewro nunca, nunca olvido.

Gracias guapa!!!

Protegidas!

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