Salvo quizás, por esa casi imperceptible gota de sangre seca. Porque, por lo demás mi aspecto es impecable. Voy con corbata blanca, como era preceptivo; con mi frac, mi chistera y mis zapatos de charol bien relucientes. Me he lavado los dientes y llevo un pañuelo bien doblado en el bolsillo. Voy sobrio y sonrío a los extraños con comedimento, pero con la suficiente calidez para no parecer muy envarado. No hablo de política ni de temas que puedan producir engorro en quien me escucha. Pero me miran mal y cuchichean. ¿Será acaso por esa tontería de que no aparece mi figura en los espejos?

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