A las siete de la mañana sonó el despertador. Como siempre. Otra vez era lunes. Pero no era un lunes como los demás. Aunque a ella poco le importaba ya. Cuando abrió los ojos no pensó en el despido de la semana anterior, ni tampoco en el divorcio de hace unos meses. No pensó en el desprecio ni en las recompensas que no habían llegado. Simplemente intentó abrir los ojos. Mientras se vestía pensó que con su experiencia no tendría problema para encontrar otro trabajo. Al desayunar supo que alguien estaría esperándola. Justo antes de salir de casa el mundo le pareció un lugar poco acogedor, la ciudad se le antojó una jungla llena de depredadores acechando. Pero su nueva vida una página en blanco sobre la que escribir una nueva historia. Con este último pensamiento en la mente había dado los últimos retoques a su maquillaje. Maquillaje capaz de ocultar cualquier asomo de tristeza.

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