Vaqueros y botas altas hasta la rodilla. Tercera y casi mortífera vuelta de bufanda. Se deshace la coleta en mil mechones rebeldes. Y espera. Y yo me pregunto a quién espera mientras termino mi café y la observo al otro lado del cristal. No parece tener prisa. Se detiene delante de un par de escaparates. Pero sólo yo me doy cuenta de que lo hace para comprobar que su reflejo sigue allí. Entonces sonríe. Saca un libro. Su favorito. Y lo hojea como lo haría alguien que busca un pasaje concreto. Se detiene en una de sus páginas. Y vuelve a sonreír. Me descubre. Sus ojos se detienen un segundo en los míos. Parece mentira, pero entonces entiendo tantas cosas que el tiempo se detiene. Y no me molesta en absoluto. Vuelve a mirarme. Ahora sí tengo la certeza de que sabe que estoy aquí. Se acerca. Lentamente. Como la primera vez que la conocí. Se sienta a mi lado. Y sonríe una tercera vez. Su ojos en los míos y el tiempo sigue detenido.

- Hola.
¿Es eso lo más inteligente que se te ocurre? ¿A quién esperas?

Se queda callada. Y el tiempo se refracta en mil pequeñas gotas de lluvia. Y la imagino en verano, otoño, invierno y primavera a la vez. Con su sonrisa impermeable. Y sé que estoy loco por ella y que no quiero que vuelva a marcharse.

Se acerca lentamente.

- Te esperaba a ti. Gracias por no llegar tarde.


- Quédate conmigo, susurro. Hoy llueve. Y nadie sabe cuando dejará de hacerlo.

2 comentarios:

Flor de Naranja dijo...

Este texto me robo un suspiro..que ganas de una tarde de lluvia con esa persona especial!

Anónimo dijo...

Aissssssssssss....que romanticoooo

Protegidas!

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