Espera antes de entrar a la consulta del médico. Distraída. Como si la cosa no fuera con ella. Sus ojos se posan en un cartel que pide silencio. En los ojos de un niño que se debate entre dormir o ponerse a llorar. Se siente extraña, pero será la inflamación de garganta. Se siente lejos, pero puede que sea el mareo. Se dice. Sigue esperando. Pero sabe que no tiene cita. Así que no puede hacer otra cosa.

De pronto, sin previo aviso, las lágrimas se agolpan en sus ojos. Siente cómo la garganta se seca. Hace tremendos esfuerzos por no llorar. Se siente sola. Perdida. Y eso que sólo será una infección. Un antibiótico y a casa.

Recuerda. Y todavía se siente más sola. Baja la mirada, para que no vean sus lágrimas.

- ¿Estás bien?
- Sí, sólo me duele un poco... Pero se me pasará.
- ¿Qué te duele?

Y es incapaz de responder. Será la ternura con la que ella pronuncia las tres palabras. Será que está baja en defensas. Será que no ha dormido bien. Será que no le sienta nada bien estar malita. Será que echa de menos...

Pero no puede evitar que se le escape una lágrima que avergonzada se limita a esconder.

Será...

- Vámonos, por favor - Suplica.


1 comentario:

Juanma González dijo...

¡Animo! Es un lugar frío, desolador, y que no ofrece consuelo (¿uno de esos "no lugares"?)

Pero sabes que nunca estas sola. Ni siquiera con los recuerdos. Seguro que lo sientes... incluso aunque estés enfermita, con la garganta ardiendo, la cara verde...

Sabes que no estas sola. Yo estoy contigo.

Y ya sabes lo que dice el dicho: "después de toda faringitis, siempre viene un picnic en la playa"

O algo así...

Te quiero.

Protegidas!

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