Supongo que fui el último que le miró a los ojos. Aunque es bastante difícil saberlo con exactitud. La máscara le tapaba el rostro y la osucridad de la noche era nuestra gran aliada. Al verlo al final de la calle, me detuve aliviado. Saqué la espada y la sostuve con la mano derecha. Sus pasos sonaron acercándose peligrosamente. Cuando levanté la vista un reflejo de Luna hizo clarear sus ojos frente a los míos. Sentí su olor. Y entonces me calló encima. Al mismo tiempo se disparó mi coraje. Deseperado, pero qué le vamos a hacer. Así que afirmé mis pies, lucahndo por mi orgullo. ¿O era por mi vida? Los años me habían adiestrado para eso, así que no creía en la suerte, si tenía que morir lo haría de la única forma que quería hacerlo, luchando. Me llovían cuchilladas y me defendí como pude. Me parece que no lo hice mal del todo. Hasta ese momento. Algo brilló a mi izquierda. ¿No venía solo? Exhausto noté como una daga se hundía en mi coleto. Solté la espada y caí al suelo. Desde allí noté la sangre hervir en mis venas. No moriría aquella noche.

El florete quedó cerca de mi mano izquierda, a sólo unos centíemtros de distancia. Supongo que pensó que no podría alcanzarlo, ni tampoco efectuar un ataque con la siniestra. Pero no le sirvió de nada. Él era diestro y yo... Yo sigo siendo zurdo.

1 comentario:

Lucas dijo...

Buen tirador. Conozco a alguien que esta tarde recordará esta historia mientras observa el chocar de los floretes.
Dicen que "el valor es el resultado de un grandísimo miedo" ¿será verdad?
Yo creo que si...

Protegidas!

About

:)